
Un día apareció en las cercanías de una granja un caballo que, a todas luces, se había extraviado: estaba ensillado y vagaba lento y sin rumbo.
El granjero lo examinó, pero no encontró el indicio alguno de su procedencia.
Decidido a devolverlo, lo montó, lo condujo hasta el camino principal y aflojó las riendas : el instinto del animal los llevaría a su hogar.
El jinete sólo lo controlaría si - llamado por algún tentador pastizal- el potrillo intentaba desviarse de la senda.
Pronto llegaron a destino. ¿ Cómo supo que el animal era mío?-se sorprendió el propietario.
Yo no lo sabía, pero el caballo sí-respondió el granjero-.
Sólo cuidé de que no se distrajera de su propósito.
"Pequeñas Historias para Grandes Momentos ", de mi amigo Walter Salama
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