9 de noviembre de 2009

CAMBIE DE AGENDA...

Este año cambié de agenda y me ha dolido tanto, casi como cambiar de piel. Mi vieja lista de direcciones y teléfonos había durado ya casi cinco años. Ya estaba llena de borrones y con algunos nombres de algunas de sus letras. Fui repasando sus nombres, uno a uno, recordando su voz en el teléfono, en aquel número que ya no pasaría a mi renovada agenda porque, si equivocadamente yo lo volviera a marcar, tendría el temor de no encontrar a la misma persona de hace años. ¡Y cuántos amigos cambiamos de ciudad o de casa! Y... sobre todo. ¡Cuánto cambié yo de amigos! Repaso algunos nombres que hace algunos años eran para mí indispensables, por que estaban en mi escuela o trabajo y con quienes no he perdido amistad, pero a quienes no he vuelto a ver y hablar desde que estábamos juntos. ¡Qué salvaje es esta civilización que nos trae y nos lleva, nos acerca y nos aleja! Repasando esta agenda me doy cuenta de que incluso las mejores amistades dependen de las circunstancias. Parecía que nadie podría arrancarme jamás de aquel grupo de amigos. Y basta un simple cambio de escuela y de lugar para que dieciocho de cada veinte amistades desaparezcan y puedas sentirte afortunada si continúan a flote dos de ellas. ¿Y qué decir de los nombres que ya no te dicen nada? Repasando mi agenda encuentro una docena que no consigo identificar. Los leo y los releo y, por más vueltas que doy en mi cabeza, no logro unirlos a un rostro o a una persona. Esto me angustia, porque yo sé que acostumbro escribir en papeles o tarjetas los encuentros transitorios y que únicamente escribo en mi lista aquellos nombres que quiero unir a mi persona y a mi vida. Pero cinco años después, algunos de ellos se han convertido en perfectos desconocidos. Siento el deseo de marcar ese número de teléfono, preguntar por su dueño, comprobar si su voz me clasifica lo que me oculta su nombre. Creo que nunca como esta tarde he experimentado tan viva y crudamente lo que significa el tiempo al pasar por nuestra vida. He recordado amigos que me alejó la vida, que cambiaron de profesión o incluso de ideas y de quienes me sigo sintiendo tan francamente amiga como cuando escribí por vez primera su nombre en mi agenda. Esos son mis amigos verdaderos. Los que no necesitan ser sostenidos por las circunstancias, los que permanecen aunque giren los vientos, los que siguen siendo los mismos aunque no nos veamos, aunque no nos hablemos, aquellos para quienes el tiempo parece haberse detenido y con quienes rejuvenecemos los recuerdos al encontrárnoslos por la calle. DESCONOZCO EL AUTOR

No hay comentarios.:

Publicar un comentario