Ser capaz de frenar un impulso emocional, de motivarse y persistir frente a las decepciones; de interpretar los sentimientos más íntimos del otro; de aliviar la ansiedad; de manejar las relaciones de manera fluida; de mostrar empatía y abrigar esperanzas; de regular nuestros estados de ánimo y evitar que los trastornos nublen nuestros pensamientos...
Todas estas y muchas más, son las características de una persona "emocionalmente Inteligente", y demuestra el enorme poder que tienen las emociones sobre nuestra vida.
Para desempeñarnos efectivamente no podemos vivir "esclavos de nuestras emociones". Cada sentimiento tiene su valor y su significado. El objetivo de la Inteligencia Emocional es el equilibrio: lograr la "emoción adecuada" a cada circunstancia.
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