Quien tenga la oportunidad de sobrevolar la Estatua de la Libertad, uno de los símbolos de la ciudad de Nueva York, podrá observar los finos detalles de su terminación.
En la parte superior de la cabeza de la enorme figura de una dama, que mide más de 91 metros de altura, hay rizos de pelo que fueron tallados y pulidos con el mismo nivel de detalle que el resto de su anatomía y vestimenta.
El autor fue Augusto Bartholdi. Lo curioso es que en 1866, cuando terminó esta obra maestra, aún no se había inventado el aeroplano. Por lo tanto, hasta donde el artista sabía, nadie iba a percibir la parte más alta de su estatua.
Esta pequeña historia nos refleja el valor de los detalles. Solo alguien sumamente detallista y entregado de lleno y al ciento por ciento a realizar su trabajo con excelencia, pudo haber realizado ese esfuerzo.
El éxito esta lleno de pequeños detalles. Y los detalles, pueden hacer una gran diferencia.
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