Muchas
veces, la sabiduría del corazón trasciende la de la mente. Una de las mejores
maneras de educar el corazón es observar nuestra interacción con los demás,
puesto que estas relaciones son -en esencia- el reflejo de nuestra relación con
nosotros mismos.
A
veces cometemos errores y nos sentimos torpes. Pero si intentamos mejorar
nosotros mismos y trabajamos en nuestro interior, los resultados mejorarán con
total seguridad.
Para
lograr mejoras no hay atajos: es necesario aprender, comprometerse y actuar en
planos cada vez más altos de nuestro desarrollo personal. La educación del
corazón es el complemento indispensable de la educación de la mente. Es el
proceso que nutre la sabiduría interior.
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