21 de noviembre de 2010

El dios pan


Era un dios pastoril originario de Arcadia, donde se le adoró como deidad local. Su culto se extendió posteriormente por todo el mundo griego.

Se le ha representado con cuernos, barba de chivo, nariz ganchuda y patas de macho cabrío.

De simple dios de los pastores, protector de los rebaños, llegó a convertirse en el dios de la naturaleza, el Gran Pan o Gran Todo de la doctrina neoplatónica.

En la época clásica estuvo considerado como hijo de Hermes y la ninfa Diope.

Al igual que los sátiros (con los que a menudo se le confunde) y el resto de las deidades pastoriles, Pan, cuyo rostro expresaba a un tiempo astucia, desenfado y malignidad, encarnó los poderes de la vida animal y de la fecundidad.

El bosque y la montaña, parajes predilectos del dios, fueron, por lo común, escenario de su invisible presencia, sólo adivinada por el son melodioso de la flauta, o siringa, de la que se le consideraba inventor.

Temido por las ninfas de los bosques, por los pastores y los viajeros, a quienes paralizaba el terror (pánico) que experimentaban con sus repentinas apariciones, Pan fue la suprema encarnación de la fuerza y de la potencia viril, de bajo instinto y del sarcasmo. Pero el natural desenfado del dios se humanizó con el tiempo. A su condición obscena y elemental se adicionaron nuevos poderes: deidad profética, curativa (Pan conoció los medicamentos simples), protectora de las artes (en particular de la música) y de la danza.

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