17 de diciembre de 2010

El futuro ha pertenecido y pertenece a los soñadores

El abuelo nos reunía a su alrededor, 10 nietos escuchábamos embelesados y atentos, sin perder una sola palabra de la historia del pirata. Regularmente visitábamos a los abuelos todos los años en su casa de la playa. El lugar y su charla nos llenaba de imaginación, y lo más curioso es que todos creíamos que la historia era real, ahora ya de adultos comprendemos que aunque su cuento era producto de su fantasía, los resultados eran verdaderos.

Su narración era así: " Yo tenía un amigo que era pirata. él se refugiaba en esa isla que ven enfrente, una mañana rescató a un pequeño pulpo, que estaba atrapado en las rocas, y desde entonces se convirtieron en entrañables compañeros. Cuando el pirata regresaba cada año a descansar a la isla., el pequeño pulpo sentía su presencia y venía a saludarlo. Un día me lo presentó, recuerdo claramente cómo le dijo que yo era su mejor amigo entre los humanos y a él lo consideraba el más leal y fiel compañero. Por eso le iba a confiar la custodia de su tesoro y solamente a él ( refiriéndose a mí ) podía guiar a donde se encontraba su fortuna y entregársela, en caso de que él no volviera jamás. " Pasó el tiempo, continuó el abuelo, y el pirata se perdió para siempre en el mar. Hoy sigo visitando al pulpo, que ahora también es mi amigo, seguramente él adivina que mañana iremos a la isla, y tengan la certeza de que habrá algunos tesoros en la playa, pues sabe que su amigo el pirata no volverá. Jamás le he pedido que me entregue el tesoro, pero sé que le gustaría compartirlo con ustedes, pues sabe que los amo". Al día siguiente fuimos muy temprano a la isla con el abuelo, no sin antes hacer un pacto de honor en lo que juramos no revelar a nadie el secreto del pulpo y la isla del tesoro y por su ambición posiblemente fueran capaces de matar al pulpo fiel. La noche anterior, el abuelo mandó a esconder en la playa llaves viejas, pedazos de piedras hermosas, imitación de joyas antiguas, hasta pergaminos que pareciera habían sido escritos hace años. Nuestra búsqueda inició desde el momento de desembarcar y los gritos de emoción ante cada hallazgo fueron fabulosos. Al regresar a casa nuestros padres preguntaron de dónde habíamos obtenido tales bellezas, y tanto mis primos como yo guardamos un hermético silencio en cumplimiento a nuestro juramento, simplemente contestamos que las habíamos encontrado por casualidad, lo cual era parcialmente cierto, pues cada quien había tenido que buscar afanosamente para encontrarlas.

Han pasado años y el abuelo ya se fue, los primos y yo lo recordamos con gran cariño, pues dentro de su fantasía nos enseñó cosas valiosas: buscar tesoros, a ser leales a un pacto, a entender la amistad y lo más importante nos enseñó a soñar. ¿ Podría ser fiel en guardar un secreto? ¿ Deja volar su imaginación soñando con los ojos abiertos? ¿Ha incrementado su capital emocional, tiene amigos sinceros? La fantasía de un niño es su mejor patrimonio, todo lo puede con su imaginación.

El mundo usual de los adultos, que calificamos de realista, tiene como característica principal dejar de soñar. El abuelo de nuestro cuento despertó en sus nietos la ilusión de encontrar tesoros, la fuerza del que busca encuentra, los orientó en el sentido de la lealtad y los invitó a que, si eran perseverantes, sus sueños se podrían convertir en realidad. No en vano la Biblia nos señala que el reino de los cielos es de los niños. No dudemos de nuestros sueños, que son las ilusiones de la esperanza.

Miguel Angel Corneo ( Infinitud Humana).

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