19 de abril de 2009

El Alpinista

Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar una gran montaña inició su travesía, después de años de preparación. Quería la gloria para el solo, por lo tanto subió sin compañeros.

Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo hasta llegar a la cima. Le obscureció, la noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, y ya no se podía ver absolutamente nada. 

Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas eran cubiertas por las nubes. Subiendo por un acantilado, a solo cien metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires. Caía a una velocidad vertiginosa, solo podía ver veloces manchas cada vez más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, pasaron por su mente, todos sus gratos y no tan gratos momentos de la vida, pensaba que iba a morir, y sin embargo, de repente sintió un tirón tan fuerte que casi lo parte en dos... ¡SÍ!. Como todo alpinista experimentado había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura. En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más que gritar:

“AYÚDAME DIOS MIO...”

De repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó:

“¿QUÉ QUIERES QUE HAGA HIJO MIO?”

“Sálvame Dios mío”

“¿REALMENTE CREES QUE TE PUEDA SALVAR?”

“Por supuesto señor”

“ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE...”

 

Hubo un momento de silencio y quietud, el hombre se aferró más a su temor y por consiguiente a la cuerda...

Reporta el equipo de rescate que al otro día encontraron colgado a un alpinista congelado, muerto, agarrado con fuerza, con las manos a una cuerda, a tan solo dos metros del suelo... 

¿QUIÉN O QUÉ ES TU CUERDA?

 

Fuente: Autor desconocido. Adaptación propia.

Juan Carlos Carames Paz

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