Un joven que se quedó sin dinero durante su viaje de vacaciones, mandó un telegrama a su padre: ‘Papá, mándame más dinero’.
Cuando el padre abrió el telegrama, se puso furioso. Llamó a su esposa y lo leyó en voz alta, en un tono cortante e imperativo: ‘¡Papá, mándame más dinero!’. Y protestó contra la insolencia de su hijo.
La madre, que quería protegerlo, tomó el telegrama y dijo:
-No lo dice así, querido. Escucha cómo suena.
Y leyó la frase en un tono cariñoso, respetuoso y suplicante.
-Ah, bueno...- respondió el marido-. Si me lo pide de esta manera, de acuerdo. Le mandaré el dinero.
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