La mejor manera de verificar cuál es el valor del servicio es hacer servicio a alguien o a un grupo que no sea parte de tu vida doméstica o vocacional habitual.
Anda a un hogar para ciegos y léeles. Anda a un hogar de ancianos y habla con algunas de las queridas personas solitarias. Anda a un hospital de veteranos de guerra y juega a las cartas con algunos de los tipos allí. Anda a un hospital de niños y sostén a un niño en tus brazos y cuéntales cuentos. Escribe cartas a máquina y ponlas en sobres, haz lo que se requiera en una organización cuya existencia total se base en compartir amor incondicional.
Cualquiera de estos actos garantizan dos cosas:
(1) asiste a los necesitados, y
(2) aliviana y hace las cosas más fáciles y más gozosas para ti, y como resultado, más gozosas para cualquiera que entre en contacto contigo.
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