En cierta ocasión, queriendo comprobar el grado de sabiduría de cada uno, les interpeló del siguiente modo:
Decidme, hijos míos: ¿Cuál es la mayor hazaña, el logro más importante que un hombre puede realizar en la vida?
El mayor dijo:
Querido -padre, a mi parecer, la mayor hazaña que puede realizar un hombre es someter a sus vecinos, agregar sus estados al suyo propio y reinar como sobe- rano absoluto de su pueblo numeroso, siendo amado y respetado por sus súbditos.
El segundo dijo:
Para mí, no hay hazaña más grande que viajar a través de toda la tierra, conocer los más recónditos lugares, y que no haya país en el mundo que resulte extraño o desconocido.
l tercero, apenas un niño de ocho años, dijo lo siguiente:
Querido padre, hay una hazaña que es difícil y grandiosa como ninguna otra en el mundo. Una hazaña que pocos intentan y aún menos consiguen: conocerse a sí mismo.
Este hijo pequeño del rey, renunciando a la corte y sus riquezas, se hizo monje, y con el tiempo introdujo el budismo genuino, I shin den shin, de mi alma a tu alma, más allá de las letras y las palabras, en China.
El nombre de este pequeño príncipe era Bodhidharma y fue el primer patriarca del Budismo Zen.
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