13 de diciembre de 2010

Decidiendo

Perdemos tiempo valioso en problemas mal planteados o equivocados y muchas veces descuidamos un aspecto elemental a la hora de tomar decisiones: saber claramente qué es lo que deseamos. Siempre es necesario tener definido un objetivo y estar motorizados por un propósito. Esto es así porque toda decisión está ligada a un propósito y debemos ser nosotros los que determinemos conscientemente eso.

La toma de decisiones correctas forma parte de una buena educación mental. Y a tomar buenas decisiones también se aprende.
Trata de seguir estas recomendaciones:

Ser más conscientes de las decisiones que tomamos. Reconocer y diferenciar bien las que se toman por hábito de las que surgen después de análisis.
Determinar cuáles son los criterios con los que tomaremos las decisiones. Cada alternativa debe ser analizada al detalle, no panorámicamente. De esa forma podremos establecer comparaciones funcionales.

A la hora de tomar decisiones clarifiquemos nuestro propósito. Adoptemos el principio de simplificar con claridad. Esto no debemos confundirlo con el análisis de las decisiones posibles, que debe ser al detalle. Estamos en la antesala de las decisiones: la correcta definición de los problemas. Brevedad, concisión y corrección a la hora de pensar en lo que motiva las decisiones a tomar.

Cada decisión importante debemos tomarla en base a sopesar pensamientos y sentimientos. Las alternativas correctas debemos sentirlas correctas. Una vez adoptada una decisión debemos llevarla a la práctica con perseverancia y serenidad; no deberíamos arrastrar el peso de la duda o la mala asimilación.

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