9 de mayo de 2009

A dónde te llevan los hilos?

Mi abuela bordaba los manteles más hermosos.

Cuando era niño me quedaba junto a ella las  tardes enteras charlando mientras sus hábiles  manos danzaban en perfecta armonía con los hilos  y telas.

Su estado de ánimo variaba dependiendo del día.  A veces estaba alegre y conversadora, otras lucía  seria y silenciosa. Y de vez en cuando se quejaba  más de la cuenta.

Sin embargo siempre, sin importar el día, cosía  con la misma mística. Frecuentemente la encontraba  en su silla, dormitando, con la cabeza inclinada  levemente hacia adelante, pero aferrando con firmeza  su tejido.

Durante semanas sus bordados me parecían extraños y   confusos, puesto que mezclaba hilos de distintos colores y texturas, que se veían en completo desorden.

Cuando le preguntaba que estaba tejiendo o bordando,  sonreía y gentilmente me decía:

- Ten paciencia, ya lo verás.

Al mostrarme la obra terminada, me percataba que  donde había habido hilos de colores oscuros y claros, resplandecía bordada una linda flor o un precioso  paisaje. Lo que antes parecía desordenado y sin  sentido, se entrelazaba creando una hermosa figura.

Me sorprendía y le preguntaba:

- Abuela, ¿cómo lo haces? ¿Cómo puedes tener tanta paciencia?

- Es como la vida. -respondía-. Si te fijas en la  tela y los hilos en su estado original, se asemejarán  a un caos, sin sentido ni relación, pero si recuerdas  lo que estás creando, todo tendrá sentido.

Mario, si juzgas tu vida solamente por la rutina  de lo cotidiano, mucho de lo que haces parecerá inútil

y sin sentido, pero si recuerdas el bordado que estás  tejiendo, aun los enredos más caóticos cobrarán  significado.

 

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